Durante el último siglo, las poderosas empresas de alimentación y
bebidas han disfrutado de un éxito comercial sin precedentes. Sin
embargo, mientras estas empresas han ido prosperando, los
millones de personas que les proveen de la tierra, el agua y el
trabajo necesarios para elaborar sus productos se enfrentan a unas
dificultades cada vez mayores. Ahora, factores como el clima, cada
vez más cambiante, los impactos negativos en las comunidades y
una base de consumidores cada vez más exigente están obligando
a la industria a replantearse su forma de hacer negocios. En este
informe, Oxfam evalúa las políticas sociales y medioambientales de
las diez mayores empresas de alimentación y bebidas del mundo, y
les insta a tomar las medidas necesarias para crear un sistema
alimentario justo.
Resumen;
En Pakistán, las comunidades rurales afirman que Nestlé embotella y
vende agua subterránea de muchísimo valor cerca de pueblos que no
pueden permitirse agua potable.1
En 2009, Kraft fue acusada de comprar
carne de vacuno a proveedores brasileños involucrados en la tala de
árboles en la selva amazónica para que pastara el ganado.2
Y
actualmente Coca-Cola se enfrenta a denuncias de trabajo infantil en su
cadena de suministro en Filipinas.3
Por desgracia, este tipo de acusaciones no constituyen un hecho
excepcional. Durante más de cien años, las empresas de alimentación y
bebidas más poderosas se han servido de tierras y mano de obra
baratas para elaborar productos a bajo coste y obtener enormes
beneficios. Sin embargo, en la mayoría de los casos estos beneficios se
han generado a expensas del medio ambiente y del bienestar de
comunidades de todo el mundo, y han contribuido a la crisis del sistema
alimentario.
Actualmente, la subsistencia de un tercio de la población mundial
depende de la agricultura a pequeña escala.4
Y a pesar de que
actualmente la agricultura produce comida más que suficiente para
alimentar a todas las personas, un tercio de los alimentos se
desperdicia,5
más de 1.400 millones de personas tienen sobrepeso y
cada noche cerca de 900 millones de personas se van a la cama con
hambre.
Las personas que sufren hambre son, en su mayoría, los pequeños
agricultores y trabajadores agrícolas, que suministran alimentos a entre
2.000 y 3.000 millones de personas en todo el mundo.6
De hecho,
alrededor de un 60 por ciento de los jornaleros agrícolas vive en la
pobreza.7
Al mismo tiempo, el cambio de los patrones climáticos a causa
de las emisiones de gases de efecto invernadero8
—de las cuales un
importante porcentaje proviene de la producción agrícola— están
haciendo que la agricultura sea una ocupación cada vez más insegura.
Además de la vulnerabilidad de los agricultores pobres y de los
trabajadores agrícolas, los precios de los alimentos siguen fluctuando de
forma descontrolada, mientras que la demanda de soja, maíz y azúcar
para nutrir a los países ricos va en aumento. Y, por si fuera poco, los
verdaderos pilares del sistema alimentario mundial —las tierras fértiles,
el agua potable y unas condiciones meteorológicas previsibles— se
están convirtiendo en recursos cada vez más escasos.
Todo esto no es un secreto; las empresas también son conscientes de
que la agricultura es un negocio cada vez menos seguro, por lo que
están tomando medidas tanto para garantizar el suministro futuro de
productos básicos como para reducir los riesgos sociales y
medioambientales a lo largo de sus cadenas de suministro.
Actualmente, las empresas de alimentación y bebidas manifiestan su
oposición a los biocombustibles,9
construyen escuelas para las 3
comunidades en las que operan y reducen el uso de agua en sus
actividades empresariales. Los nuevos programas de responsabilidad
social de las empresas se multiplican, y las declaraciones de
sostenibilidad están cada vez más presentes. De hecho, la directora
ejecutiva de PepsiCo, Indra Nooyi, señaló en 2011 que "elaborar
productos que estén buenos no es suficiente. PepsiCo tiene que ser
también una 'buena empresa', y tiene que aspirar a unos valores que
estén por encima del día a día del negocio de producir y vender
refrescos y aperitivos".10
Sin embargo, hasta el momento ha sido extremadamente difícil verificar
si las empresas han materializado en la práctica su compromiso de
mejorar su comportamiento social y medioambiental, a pesar de que los
consumidores cada vez están más interesados en saber la verdad sobre
esas declaraciones.
Ahora, la campaña de Oxfam Tras la marca evalúa y compara las
políticas desarrolladas por diferentes empresas, y trata de fomentar que
compitan por alcanzar el mejor desempeño social y medioambiental. La
campaña, que se centra en determinados aspectos de la cadena de
suministro que son susceptibles de mejora de la cadena de suministro,
identifica las deficiencias de las políticas y trabaja en colaboración para
arrojar luz sobre las prácticas de estas empresas.
Tras la marca forma parte de la campaña CRECE, cuyo objetivo es
construir un sistema alimentario mejor, que alimente de manera
sostenible a una población creciente (que se calcula alcanzará los nueve
mil millones de personas en 2050) y que fortalezca a las personas que
viven en la pobreza para que puedan ganarse la vida, alimentar a sus
familias y progresar.
La campaña Tras la Marca tiene como objetivo incrementar la transparencia
y la rendición de cuentas de 10 de las empresas de alimentación y bebidas
más poderosas del mundo (las 10 Grandes) —Associated British Foods
(ABF), Coca-Cola, Danone, General Mills, Kellogg, Mars, Mondelez
International (antes conocida como Kraft Foods), Nestlé, PepsiCo y
Unilever en relación a su cadena de suministro.
La calificación de cada una de las empresas constituye el núcleo de la
campaña. Esta tabla de puntuación examina y califica las políticas de las
empresas en siete ámbitos que, a pesar de ser clave para la producción
agrícola, el sector alimentario y de bebidas ha ignorado históricamente:
las mujeres, los pequeños agricultores, los trabajadores agrícolas,
el agua, la tierra, el cambio climático y la transparencia.
Según este sistema de calificación, actualmente el desempeño de
Nestlé y Unilever es mejor que el de las demás empresas, debido a que
han desarrollado y publicado una mayor cantidad de políticas dirigidas a
abordar los riesgos sociales y medioambientales de sus cadenas de
suministro. En el extremo opuesto de la clasificación se encuentran ABF
y Kellogg, que apenas tienen políticas concebidas para abordar las
repercusiones que sus actividades tienen sobre los productores y las
comunidades. 4
No obstante, esta clasificación muestra claramente que las 10 Grandes,
incluidas las mejor calificadas, no han utilizado el enorme poder del que
disponen para ayudar a crear un sistema alimentario más justo. De
hecho, en algunos casos estas empresas debilitan la seguridad
alimentaria y reducen las oportunidades económicas de las personas
más pobres del mundo, empeorando así la situación de aquéllos que
pasan hambre.
Tras la marca revela que por lo general, los programas de
responsabilidad social y de sostenibilidad que han llevado a cabo las
empresas hasta ahora han sido diseñados específicamente para, por
ejemplo, reducir el uso del agua o formar a las mujeres agricultoras. Sin
embargo, estos programas no abordan las causas principales del
hambre y de la pobreza, porque las empresas no tienen políticas
adecuadas que guíen las actividades de sus cadenas de suministro.
Algunas de las principales deficiencias de las políticas de las empresas son:
• Las empresas no son suficientemente transparentes en relación
a sus cadenas de suministro agrícola, lo cual dificulta comprobar
la veracidad de sus declaraciones en cuanto a su
"sostenibilidad" y la "responsabilidad social";
• Ninguna de las 10 Grandes dispone de políticas adecuadas para
proteger a las comunidades locales del acaparamiento de tierras
y de agua a lo largo de sus cadenas de suministro;
• Las empresas no toman suficientes medidas para frenar las
enormes emisiones de gases de efecto invernadero por parte del
sector agrícola; dichas emisiones han provocado cambios en el
clima, que ahora están teniendo consecuencias negativas para
los agricultores;
• La mayoría de las empresas no ofrece a los pequeños
agricultores igualdad de acceso a sus cadenas de suministro, y
ninguna de ellas se ha comprometido a garantizar que reciben un
precio justo por sus productos;
• Muy pocas de estas empresas han tomado alguna medida para
abordar la explotación de las pequeñas agricultoras y de las
trabajadoras agrícolas en sus cadenas de suministro.
Aunque las 10 grandes empresas de alimentación y bebidas consideran
que están limitadas por las exigencias fiscales y las de los consumidores, lo
cierto es que tienen el poder necesario para abordar el hambre y la pobreza
en sus cadenas de suministro. Algunas medidas, como el pago de salarios
adecuados a los trabajadores y de precios justos a los pequeños
agricultores, o la evaluación y la eliminación de la explotación injusta de la
tierra, el agua y la mano de obra, están indudablemente al alcance de
estas empresas, que son enormemente poderosas. La campaña de Oxfam
Tras la marca insta a las 10 Grandes a que se replanteen su actual modelo
de negocio, e inicien una competencia sana con el objetivo de garantizar un
sistema alimentario más sostenible y justo para todos.
Por Oxfam
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