Un año más en el pozo, con ganas de salir de aquí. De esta penumbra insolente, de esta categoría fantasma. La de las deudas perennes, la de los tejemanejes de la Federación, la que tiene precio (395.000 euros).
El Club Deportivo Leganés afronta su octava temporada en la categoría manteniendo los mimbres que le dieron la cuarta plaza a finales de mayo pasado. Las bajas más importantes tienen nombre propio. Ferrán Tacón y Mikel Arruabarrena cuajaron un año espléndido y se les echará de menos. El catalán refuerza al gallito de la categoría este año, el Club Deportivo Tenerife; el vasco regresa a tierras armeras tras su cesión, pero busca acomodo en la Segunda División. De suspenso sería para ciertos directores deportivos de la categoría de plata, no tratar de hacerse con sus servicios. Más de 200.000 euros de claúsula de rescisión son razón de enorme peso para tiempos de crisis.
Pero la vida continúa a orillas de Butarque, con regreso de hijo pródigo incluido. Aquel chaval con greñas que despuntaba en el cadete del Lega a finales de los 80 regresa tras cuajar una trayectoria deportiva envidiable. Llega Víctor Fernández Gutiérrez al club de su pueblo, al equipo de sus amores, con la intención de devolver al Lega al fútbol profesional. Víctor es leganense de los de antaño, de quienes poblaron los campos de tierra de San Nicasio o Los Frailes, un niño como tantos otros que, desde el Entrepeñas, el Comercial, el Lemans o el Zarza, sólo tenían ojos para el Club Deportivo Leganés. Entonces, aquello de jugar en el Madrid o en el Atleti se miraba desde la lejanía. Antaño, el máximo sueño de esa generación era vestir la camiseta blanquiazul del Lega. Y lo cumple, con 37 años, pero con las ganas de un chaval de 18. Disfrutaremos pues, de este futbolista que hace honor al eslogan que se abandera desde el club: Siempre pepinero.
Veremos qué nos depara este año más en el pozo. Que sea el último.